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Nacemos con la piel tersa y altiva
la piel iluminada de un bebé inocente
sin este callo gris en la retina
que al crecer nos deja ciegos de repente.
Hay en nosotros un después oculto
un encono que nos hunde en la oscuridad
nos desencanta y nos hace un nudo
cuando al fin caemos en la realidad.
Sin hacer trampas con la fe
sin el trabuco en el mantel
sin la estocada de mentir
aún es posible sentir.
Tocar la piel de ese bebé
bajo la piel para nacer
y somos tantos que tal vez
volvamos a crecer.
Manías crueles que el misterio nos ha dado
cien mil palabras que no dicen nada
no somos, nos hicieron, nos marcaron
con un fierro caliente la mirada.