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Seis paquetes de tabaco.
Dos botellitas de ron.
Y un dolor de espalda.
Ya van cuatro o cinco días,
por fin esta canción
de la madrugada.
Pa decirle al mundo viejo vagabundo,
desata esta locura.
Y, con ella, el mundo, en mi cuerpo desnudo,
que se ata la amargura.
Sigo vendiendo mis canciones,
en las esquinas de tu barrio,
pa comprarte un poni.
Tú, tan sólo, ve forrando,
las goteras de este llanto,
con las páginas de un cómic.
Y dime al oído, por Dios te lo pido,
palabras tan bonitas.
Pa ver sí me olvido de este puto ruido,
que revienta mi vida.
Y mi voz
ya no entiende nada,
nada, nada.
De esta fría madrugada.
Y yo te juro que con mi guitarra,
me he pateado todos los rincones.
Lo siento tanto, niña desvelada,
que a nadie le interese mis canciones.
Y, otra vez, volverme, amor.
Con las manos vacías.
Y, otra vez, volver a esperar el tranvía.
Yo un Cola-cao con magdalenas, tú un zumito.
Y en mis labios, el beso más dulce.
Desayuno con tu aliento,
y me basta con el viento que nos curte.
Y enredao en tu vientre, como una serpiente,
cansao de este desierto.
Harto de la gente, he pensado siempre:
estáis todos tan muertos.
Y sí la vida es cómo un libro, sí la vida es una peli,
la mía es una en blanco y negro.
Dónde el actor protagonista, es un pobre guitarrista,
fracasado y sin talento.
Que estoy hasta los huevos de este absurdo juego:
acaba dando palmas.
Por las carreteras de sus borracheras,
sólito con su alma.
Y mi voz
ya no entiende nada,
nada, nada.
De esta fría madrugada.
Y yo te juro que con mi guitarra,
me he pateado todos los rincones.
Lo siento tanto, niña desvelada,
que a nadie le interese mis canciones.
Y, otra vez, volverme, amor.
Con las manos vacías.
Y, otra vez, volver a esperar el tranvía.
Y otra vez
Y otra vez
Y otra vez
Con las manos vacías.