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Amanecía a las tres de la tarde por el jaleo y risas del salón,
no imaginaba despertarse un martes con los colegas por despertador.
Se acicalaba la barba al instante, ya sin pereza iba al congelador,
allí cogía un litro de cerveza, pa´ la resaca no hay nada mejor.
Le aclamaban con tambores el danzar de sus dos piernas,
admirando su talante si la peña esta de juerga.
Le llamaban Comandante, de apellido Alcolea.
Le gritaban por las calles: «¡Vaya moña que me llevas!».
«¡Vaya moña que me llevas!».
Y en su desfile los pies por delante,
fabrica antorchas en la oscuridad.
Irá buscando la luz del camino,
aunque las piedras tenga que quemar pa´ fumar.
Le aclamaban con tambores el danzar de sus dos piernas,
admirando su talante si la peña esta de juerga.
Le llamaban Comandante, de apellido Alcolea.
Le gritaban por las calles: «¡Vaya moña que me llevas!».
Comandante, Comandante, capitán de nuestra fiesta,
ya verás cómo esta noche hay que echarle dos
Comandante, Comandante, capitán de nuestra fiesta,
ya verás cómo esta noche, hay que echarle dos
copitas de más y un cigarro aliñao
y algún cante fugaz a la hembra de al lao,
que si está desboca sácala a pasear
que los praos para ti ya no son novedad.
Le aclamaban con tambores el danzar de sus dos piernas,
admirando su talante si la peña esta de juerga.
Le llamaban Comandante, de apellido Alcolea.
Le gritaban por las calles: «¡Vaya moña que me llevas!».
«¡Vaya moña que me llevas!».
«¡Vaya moña que me llevas!».
¡Ay, madre
!