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Grabé en la penca de un maguey tu nombre
unido al mío, entrelazados
como una prueba ante la ley del monte
que allí estuvimos enamorados.
Tú misma fuiste quien buscó la penca
la más bonita, la más esbelta
y hasta dijiste que también grabara
dos corazones con una flecha.
Ahora dices que ya no te acuerdas
que nada es cierto, que son palabras,
yo estoy tranquilo porque al fin de cuentas
en nuestro idilio las pencas hablan.
La misma noche que mí amor cambiaste
también cortaste aquella penca
te imaginaste que si la veía
pa' ti sería cómo una afrenta.
Se te olvidaba que el maguey sabía
lo que juraste en nuestra noche
y que a su modo el también podía
recriminarte con un reproche.
No sé si creas las extrañas cosas
que ven mis ojos, tal vez te asombres
las pencas nuevas que al maguey le brotan
vienen marcadas con nuestros nombres.