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Te llegué a querer mucho,
insospechadamente,
ni yo mismo me explico,
tal modo de adorar.
Y queriéndote tanto,
te me vas de repente;
te me vas sin que pueda,
tus besos alcanzar.
Cuánta desesperanza,
qué vacío tan profundo;
replicar de campanas, en mi tarde mortal,
y todo el desconsuelo;
regado por el mundo,
parece que quisiera venirme a consolar.
Autor: Gonzalo Curiel