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Ya son demasiadas
horas entregadas
solo a buscar ramas
para reparar este frágil nido
que un violento viento
casi ha destruido
a fuerza de soplar.
Por mi quédate tranquila.
Siempre tendré donde ir.
Desde el fondo de un abismo
o a los pies de una montaña,
en la desesperación
o en la esperanza,
yo te haré saber de mi.
Llevo algunos libros de antiguos viajeros
y mapas de estrellas.
Al anochecer me guiaré por ellas,
y cuando amanezca seguiré las huellas
que haya en el sendero.
Romperé en dos la maroma
que me amarre a cualquier puerto,
y sabré por el aroma
que respire mar adentro,
que ese es el momento
de pensar en regresar,
de volver por fin en calma
A vencer la tempestad.