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La destrucción fue una tempestad.
Aniquilamos todo de una vez.
Como un disparo en la oscuridad,
como un gatillo dulce por mover.
La guerra comenzó.
Hubo que atrincherar
mientras la mecha avanzaba
como un huracán.
Y sin querer amaneció
entre las ruinas y el horror.
Ya no hay más frío ni desolación.
Pero tuvimos que ocultar
nuestro cadáver, y quedó,
en estas horas tibias puedo ver,
todo pasó.
Un sueño del ayer.
Girabas el tambor:
un remolino que arrasó con todo
hasta el final.