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De mis dedos dormidos
a tu olvido plateado de hojas,
con manos de tacto griego
en murmullo de besos ciegos.
Y quiere un dios que invento
que pretenda que vuelves,
en cada nuevo encuentro
con la vida. Que avanza.
Y así es que tú existes
en la parafernalia de los días.
Y así es que tu existes.
En el batir de los mares.
Sobre espumadas rocas.
En el chasquear de lenguas
que paladean vinos y tientan bocas.
En el bramido de mares.
Sobre espumas de rocas.
En el deslenguar de lenguas
que paladean besos y encajan bocas.
De mis manos heridas, a ti,
chiquilla pan de acero espolvoreado,
chispa de vida rara
que prende mi antiguo anhelo.
Me muestro a mi dios más nuevo
perseverante y ajeno
en cada nuevo encuentro
con la vida. Que no espera.
Y así es que tú existes
en la incertidumbre de algunos días.
Y así es que tú existes.
En el bramido de mares.
Sobre espumadas rocas.
En el chasquear de lenguas
que paladean vinos y tientan bocas.
En el batir de los mares.
Sobre espumadas rocas.
En el batir de los mares
sobre espumadas rocas
que de ti me cuentan: déjala así, feliz viajera liberada.
Reflejo en su espejo de océanos
sin puerto al que adeudar y sin seña
sobre soleadas rocas.
Y así te dejo.
Tierna de amores, rientes ojos.
A un horizonte en llamas
de fuegos fatuos
en mundos rotos
que ni tú sabes porque en ti pretenden.
Y así te sueño
de aguamarina envuelta,
de entrechocar de piedras.
Así te sueño.
De aquel chasquido eléctrico de tus maneras.
Así me dejas. Así te sueño. Así me sientes. Así te encuentro.