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Como movido por una extraña excitación,
un hombre cuerdo se ha sentado
a mirar sus pies, arrojar sombras al azar
desde la antena de un octavo.
Dedicó la mitad de la tarde a determinar
si al contacto con el suelo
sonaría a metal o a madera o a cristal
el peso de su propio cuerpo.
Y el sigue ahí.
¿Lo veis? ¡Sigue ahí!
Juan ha trepado más alto, borracho de dolor,
insatisfecho, anestesiado.
Como si fuera la última sabia decisión
que de su mano habrá tomado.
Vació los bolsillos y lanzó a la calle lo peor
de treinta años de su vida.
Una foto y un puño crispado de terror
y un buen recuerdo que le quedaba.
Y el sigue ahí.
¿Lo veis? ¡Sigue ahí!
El Ángel Exterminador
le acompaña en su vuelo.
Caen plumas negras y a Juan
le brilla el rostro como nunca.
Y el sigue ahí.
¿Lo veis? ¡Sigue ahí!