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Alguien hallará mi testamento, aleluya!
Cuando se cansen ya las horas
de tenerme vagando en este mundo
y el corazón que se movió en mi pecho
se canse de latir tan vanamente,
mi alma volará hacia los cielos
escoltada por tiernos querubines,
y sonarán trompetas y clarines
anunciando a San Pedro mi llegada.
Y aquí en la tierra llorará la gente
que alguna deuda le dejé pendiente,
mas se sorprenderán,
pues pronto encontrarán
en el primer cajón
de mi mesa de noche,
mi testamento:
Dejo a los pobres el libro de mi vida
que célebre me hará, intitulado:
"Cómo aprender a vivir sin comida"
Dejo a los ricos todas mis riquezas,
la boleta de empeño del reloj vencida,
la cuenta del hotel,
y gasto de mi entierro,
sepultura incluida.
A las monjitas les dejo mi diario,
a los curas les doy mi absolución.
A las viejas chismosas,
mi reputación.
Mi tierna calavera será para mi novia
para que así recuerde lo bello que yo fui.
Dejo a mis familiares
cuarenta chistes crueles,
toda mi ropa sucia y el cuarto sin barrer.
Para mis acreedores, mis más gratos recuerdos:
mi foto autografiada
y un pagaré efectivo
en el juicio final.
Y si al hacer mis cuentas
de tí yo me olvidé,
te dejo un amuleto:
el hueso que tú quieras
de mis manos o pies.
Alguien hallará mi testamento, aleluya!
Aleluya!