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(Dos de septiembre de mil novecientos ochenta y seis, el Capitán Crustáceo se dispone a caminar las aguas con la frente tibia, la memoria resfriada y la cara llena de monos, monos, monos, monos, monos, monos...)
Tengo la cara llena de monos,
tengo los monos muertos de pena.
Sin frío no puedo acostumbrar al mono,
y sin mono no puedo sobrevivir al frío.
Y tengo los monos muertos de amor...
¡Una heladera y un heladero saben congelar el tiempo!
La locura de siempre me cura mejor,
y aunque no sea real, ya me acostumbré.
Si tuviera la suerte de alguna canción,
yo moriría de pie como las olas.
¡Muerto de hambre, muerto de amor!