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Con magia de jugador
arrojé mi confesión,
a contraluz de mi suerte
el que apuesta siempre pierde (algo).
Una noche de salud
dejé clavada mi cruz,
a orillas de una sentencia
para enjuagar mi conciencia.
Los estigmas duelen de impotencia
esas marcas no te hacen un Dios,
pero nunca matan...
Cuando el destino bufón
se disfraza de ladrón,
pretende el mejor tesoro
y es preciso cuando es grande el oro.
Pochita no soportó
las esquirlas de mi voz
y ya no juego sin suerte
porque el que apuesta siempre pierde.
Los estigmas duelen de impotencia
esas marcas no te hacen un Dios,
pero nunca matan...
Lo que mata es el abandono...