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Mientras descendía por Ríos impasibles
sentí que los remolcadores dejaban de guiarme
Los Pieles Rojas gritones los tomaron por blancos
clavándolos desnudos en postes de colores
No me importaba el cargamento
fuera trigo flamenco o algodón inglés.
Cuando terminó el lío de los remolcadores
los Ríos me dejaron descender donde quisiera
En los furiosos chapoteos de las mareas
yo, el otro invierno, más sordo que los cerebros de los niños
¡corrí! y las Penínsulas desamarradas
jamás han tolerado juicio más triunfal
La tempestad bendijo mis desvelos marítimos
más liviano que un corcho dancé sobre las olas
llamadas eternas arrolladoras de víctimas
¡diez noches, sin extrañar el ojo idiota de los faros
Más dulce que a los niños las manzanas ácidas
el agua verde penetró mi casco de abeto
y las manchas de vinos azules y de vómitos
me lavó, dispersando mi timón y mi ancla