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El más capullo de mi clase (¡que elemento!)
Llegó hasta el parlamento
Y, a sus cuarenta y tantos años,
Un escaño
Decora con su terno
Azul de diputado del gobierno.
Da fe de que ha triunfado
Su tripa, que ha engordado
Desde el día
Que un ujier le llamó su señoría
Y cambió a su mujer por una arpía
De pechos operados.
Y sin dejar de ser el mismo bruto
Aquel que no sabía
Ni dibujar la o con un canuto.
El superclase de mi clase (¡que pardillo!)
Se pudre en el banquillo
Y, a sus cuarenta y cinco abriles,
Matarile,
Y a la cola del paro
Por no haber pasado por el aro.
Vencido, calvo y tieso
Se quedó en los huesos
Aquel día
Que pilló a su mujer en plena orgía
Con el miembro del miembro (¡que ironía!)
Más tonto del congreso.
Y sin dejar de ser el mismo sabio
Que, para hacer poesía,
Sólo tenía que mover lo labios.
Y yo que no soy más
Listo ni tonto que cualquiera,
A mis cuarenta y pocos
Tacos,
Ya ves tú,
Igual
Sigo de flaco,
Igual de calavera,
Igual que antes de loco
Por cantar,
Por cantar el blues
De lo que pasa en mi escalera.
La más maciza de mi clase (¡que cintura!)
Cotiza la hermosura