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Yo solía montarme
en la ola más grande.
Y mirar al mar vencido
lentamente alejarse.
Yo era dueño de cada
estrella perdida,
empujaba el viento
como la noche empuja al día.
Yo tenía la fuerza de los mares
y nadaba arrastrando lágrimas.
Con mi vos desgarrada y frágil,
te llamaba, te llamaba.
Yo miraba a través,
de las marcas del tiempo.
Más nunca me detenía,
esperando el regreso.
Y se fueron los días
de juventud y vino.
Sin más fortuna
que la marca de lo vivido.
Todo se fue vaciando de a poco,
en la bohemia copa del olvido.
Se embriagó la noche de recuerdos,
para dejar, mis brazos caídos.
Pero un día se apagó el sol
y se llevó algo que anidaba en mi.
Entonces el mar cerró sus ojos,
para escaparme, para alejarme, para seguir.