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Hoy soñé que el fin de los cobardes
llegaba veloz, de un fuerte golpe;
la vacuidad quedaba después.
Luego alrededor
ya no había abusador
que infame y ruin
viole un jardín de niñez.
Hoy soñé que el fin de los que mienten
llegaba veloz, pero a su tiempo:
la religión mostraba su faz,
y asqueaba mirar su riqueza colonial,
su catedral
de descarada opulencia sin final.
Hoy soñé que anillos y sotanas
se quemaban ante todo el mundo:
la humillación cubría un altar
donde se ofreció el sacrificio al masacrar.
La sangre que brotó
por fin recibió vindicar.