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Sacando en limpio hacia atrás
no me equivoqué
cuando di prioridad a mi fe;
no me perdí ni una pizca de felicidad
cuando supe elegir.
Y aunque hubiera perdida alguna amistad
o la tan ansiada popularidad,
mi joya tenía un valor:
ponerle a la vida calor.
Sacando en limpio hacia atrás
fue buen decidir, sí,
emprender travesía en el mar del creer.
A fin de cuentas la vida sin una razón,
sin propósito es
como noche sin luna, como un maniquí,
como si tú no hubieras venido hacia mí.
Mi joya valía un millón,
mi joya quedó en la canción.