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Fui regalando mis manos,
huesos, tendones y dedos
se transformaron en meros
acordes que entonan a la virtud.
Fui regalando mis ojos,
córnea, pupila, pestaña
y aunque mi vista aún se empaña al llorar,
ahora veo un poco más.
Fui regalando el oído
con su cartílago y piel;
hoy las palabras cobraron
una mayor validez.
Feliz el que ha dado,
semilla sembró;
mucho le ha quedado
y todo alumbró.
Fui regalando mis labios,
lengua, garganta, saliva,
pues mi cantar solo estriba en donar
un poco aquí, un poco allá.
Fui regalando mi cuerpo,
sangre, riñones y carne,
y al esparcir mi desarme entendí
la maravilla de amar.
Fui regalando el oído
con su cartílago y piel;
hoy las palabras cobraron
una mayor validez.
Feliz el que ha dado,
semilla sembró;
mucho le ha quedado
y todo alumbró./ bis