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En la Capital, lo hallé en un mercado,
con su mecapal, descargando un carro;
le dije: Padrino, lo andaba buscando;
se echó un trago'e vino y se quedó pensando.
Me dijo: Un favor vu'a pedirle ahijado,
que a naide le cuente que me ha encontrado;
que yo ya no quero volver p'allá,
al fin ya no tengo ni a'onde llegar.
Murió su madrina, la Trenidad,
los hijos crecieron, y dónde están;
perdí la cosecha, quemé el jacal,
sin lo que más quero que mas me da.
Sin lo que más quero nada es igual,
cobija y sombrero serán mi hogar.
Por eso, mi ahijado, regrese en paz,
y a naide le cuente que estoy acá.
Quedamos de acuerdo... lo dejé tomando
yo encendí un recuerdo
y me lo fui fumando...
Me pareció verlo en su verde monte,
Sonriéndole al viento y al horizonte,
Haciendo una mueca pa' ver pasar
la mancha de garzas rumbo al palmar.
Jacinto Cenobio, Jacinto Adán,
si en tu paraíso sólo había paz,
yo no sé qué culpa quieres pagar
aquí en el infierno de la ciudad.