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Dientes apretados, cara contraída, tu mundo atrancado por la sangre endurecida. Se oculta tras su cara que parece apagada. Las llamas del tormento que se esparcen como el agua. Tu vida lleva un peso, el peso mas pesado, el sueño de la muerte y el silencio perpetuado. Su vida lleva un peso, el peso más horrible, el trauma de la muerte y el silencio que persigue.
Y no es feliz, aunque sonría, porque no debe ni debería aceptar sus circunstancias sin dejar de reaccionar por la nube cegadora que la mierda quiere instalar.
Torturada en el silencio que no para de quemar, la conciencia perseguida aunque la quieras dominar. Estando el cuerpo aprisionado tanto odio injerido, tus ojos agachados pretendiendo que no hay río. Río de sangre, río que quema. Las almas pidiendo reacción en tus venas. Enfermos los que no quieren ni mirar y la sangre no les hierve al ver saliva en el muerto. Escupidos por cada uno que los nombra, insultados como si fueran una sombra. Algo ilegal, clandestino y dudoso, mejor es no meterse en terreno arenoso.
Dime que no te quema el asesinato, hubieras preferido mantenerte en un cuarto disfrutando de una cena, la familia unida, diarrea en tu plato, la comida esta servida!
Están frente a mí esos ojos que no dejan de mirar, hay porcino revolcado escupiendo en el muerto
Hijo de desaparecido, sangre dura coagulada, hijo de desaparecido no le importan tus palabras.
Y los idiotas que recién hoy se hacen los que ven la verdad, con pretensiones defendemos su maldita ingenuidad, son los hijos de puta de siempre que cuando pudieron se quedaron callados, moderados, con los hombros encogidos y los huevos rellenados. Yo los odio y los detesto y daría lo que sea por seguir sintiendo esto. Por que no quiero calmar lo que sale de mi piel, por que no quiero calmar lo que pienso que esta bien.
El asco que me provoca me convierte en monotemática, quiero reiterarlo en sucesiones en matemáticas, la mierda entre nosotros la misma que ayer, ahora disfrazada para no poderla reconocer.
Orgullosa de este odio que pregono, me alivia del tormento, te quita de tu trono. Mierda sigues aun en el altar, no quiero un consuelo quiero verte tropezar. Y tu sonrisa a mi no me causa gracia, vivís enajenado y eso es una desgracia, tantos años de observarte disfrutando mientras mi cabeza se estaba incinerando.
Hijos de desaparecido sangre dura coagulada hijos de desaparecido no le importan tus palabras.
Quizás no te interesa morir asesinado, no es parte de la naturaleza y me temo que tu vida lleva un pecado mortal, el silencio que sofocas es un acto criminal, desde niña observando la tibieza maricona de la estupida conciencia que no quiso ignorar. Y no condeno como debe a toda la mugre asesina liberada, de nuestro lado como un vomito campal.
Aunque me pudra en el tormento igual no dejo de odiarte, porque odiarte es lo correcto. La sangre nunca muere aunque parezca pagada, mi sangre se calienta cuando veo tu cara. Intelectuales de prestigio queriendo minimizar, oprimen mi garganta y no me dejan respirar. Viejas refinadas hablando de corrupción, divas asquerosas, pecadoras de omisión. No tienen vergüenza de ser una mierda. Dile a cristo que opinas de tu denuncia ausente, sacara su pene y se hará pis sobre tu frente. Mea, mea, mea culpa, ahora arrepentido por la opinión publica. Di que no te quema, dilo abiertamente quiero distinguirte cuando estés entre la gente.
Verdugo, aunque este suelto. En el ultimo segundo vas a sentir el aliento de la victima gritando, y su grito sin sonido te va a terminar quemando. La sangre correrá por tu cabeza deformada, condenado de por vida la conciencia incinerada, la sangre correrá por tu cabeza degenerada y el aullido enloquecido dolerá como picana.