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La cruz de esta esquina nos pone otra vez
el alma en los ojos, el ansia en la voz.
Con miedo nos miramos pensando que tal vez
aún está el rencor en uno de los dos.
No es cierto, mi vida; no es cierto, mi amor,
que tanto martirio por fin terminó,
que ahora al encontrarnos de regreso,
entre lágrimas y besos,
volvemos del adiós.
¿Lloras?
¡Qué bien me haces con tu llanto!
Tanto
que ya me duele el corazón.
No me hables de tu herida,
no me nombres el pasado
ni ese sueño destrozado
con razón o sin razón.
Yo también estuve herido
y esperando inútilmente
con los puños en la frente,
siempre ausente y perseguido.
¿Lloras?
¡También yo sé lo que es estar
los ojos llenos de sangre
de tanto y tanto llorar!
La antigua vereda y el gran paredón,
la esquina de siempre, la luz del andén...
Recuerda cuántas noches se iba tu emoción
detrás del humo azul que se llevaba el tren.
No es cierto, mi alma; no es cierto, mi amor,
que es linda la vida y sólo recién
sabemos lo que vale todo eso,
cuando vuelve, en el regreso,
un beso y un ayer.